Métodos de Adivinación
A lo largo del tiempo, he notado que la adivinación suele ocupar un lugar secundario en la mente de muchos practicantes. Se la percibe como una herramienta auxiliar, un complemento al trabajo mágico o espiritual, cuando en realidad constituye una de las bases más antiguas y poderosas del arte mágico. La adivinación, en manos de alguien con entrenamiento, intuición y sensibilidad, se convierte en una forma de conocimiento profundo: permite comprender lo que ocurre en el presente, desentrañar las causas ocultas de una situación, anticipar posibles desenlaces o caminos, y sobre todo, establecer comunicación con el mundo invisible. A través de los métodos oraculares no solo buscamos respuestas, sino también diálogo, consejo, advertencias, e incluso la posibilidad de negociar acuerdos y ofrendas con los espíritus que nos acompañan o a los que deseamos invocar para un propósito determinado.
Cada método de adivinación tiene su propio carácter, su espíritu particular. Algunos están profundamente enraizados en sistemas mágico-religiosos específicos y poseen una estructura iniciática que los hace inseparables de su contexto cultural. Ejemplo de ello son el Dilogún, los Buzios o los Chamalongos, sistemas de consulta pertenecientes a las religiones afrocaribeñas, cuyo uso legítimo está reservado a los sacerdotes formados dentro de esas tradiciones. Pretender usar esos métodos fuera de su marco espiritual sería como tomar un órgano de un cuerpo y esperar que siga vivo: el sistema necesita de su contexto, su liturgia y su linaje.
Otros métodos, como las Runas o el I-Ching, se sitúan en un punto intermedio. No requieren necesariamente pertenecer a una tradición cerrada, pero sí piden respeto por el espíritu cultural que los vio nacer. Las Runas no son simples letras ni símbolos místicos intercambiables, sino expresiones del cosmos según la cosmovisión nórdica, portadoras de fuerzas vivas que conectan con los dioses, los ancestros y las leyes del wyrd. Del mismo modo, el I-Ching no es solo un sistema de adivinación chino: es una representación filosófica del equilibrio entre el Cielo y la Tierra, del fluir constante del cambio. Quien los usa fuera de ese marco cultural puede obtener resultados, sí, pero pierde gran parte de la riqueza simbólica y espiritual que los sustenta.
Por eso, para muchos de nosotros, los métodos abiertos —aquellos que no pertenecen a religiones cerradas ni requieren iniciaciones específicas— son los más apropiados para trabajar libremente dentro del propio camino mágico. No porque sean “más fáciles” o más simples, sino porque ofrecen un terreno fértil donde la práctica, la intuición y la experiencia personal pueden florecer sin restricciones externas. En mi caso, los métodos que más utilizo y recomiendo son la cartomancia, el scrying y la cleromancia. Todos ellos permiten desarrollar la intuición, fortalecer la percepción espiritual y establecer puentes entre los planos visibles e invisibles.
La cartomancia es quizás el método más popular y accesible. Consiste en la lectura simbólica de una baraja, aunque vale la pena aclarar que no todo se reduce al tarot. Si bien el tarot es una herramienta maravillosa, compleja y llena de matices arquetípicos, no siempre es el método más directo ni el más adecuado para cada situación. Yo lo empleo cuando busco lecturas simbólicas o espirituales, cuando el mensaje tiene una dimensión más profunda o introspectiva. Pero para asuntos cotidianos, prefiero la baraja de póker, que es mucho más franca y directa; sus respuestas no giran en torno a metáforas, sino que hablan de la realidad diaria, de lo concreto, de lo inmediato. También utilizo barajas oráculo, sobre todo cuando necesito consejo o guía espiritual, ya que su lenguaje tiende a ser más amable, evocador y reflexivo. No suelo emplear ninguna de estas barajas como medio de comunicación directa con los espíritus, aunque sí los convoco antes de cada lectura, y a menudo se hacen presentes de manera sutil para influir en las cartas o inspirar la interpretación.
El scrying, por otro lado, es un arte más contemplativo. Consiste en observar superficies reflectantes —espejos negros, bolas de cristal, cuencos con agua— hasta que la mente se aquieta y las visiones surgen por sí mismas. En mi práctica, el scrying no es tanto un medio de predicción, sino una vía de comunicación espiritual. Es una puerta que se abre hacia los planos interiores, una forma de mirar más allá del velo. Requiere concentración, silencio y una disposición receptiva; por eso suelo usarlo en contextos rituales específicos, cuando deseo contactar con entidades o recibir visiones. Es un método exigente, pero profundamente revelador cuando se domina.
La cleromancia ocupa un lugar muy especial para mí. Es un método ancestral, basado en el lanzamiento de objetos y la interpretación del modo en que caen. Puede practicarse con casi cualquier cosa: piedras, conchas, huesos, bayas, monedas, dados… En su simplicidad reside su poder. Personalmente, trabajo con dados, y los uso tanto para obtener mensajes oraculares como para la comunicación directa con los espíritus. Cada número, cada forma en la que los dados se detienen, tiene un significado que puede leerse de manera simbólica o intuitiva, pero lo más importante es el flujo energético que se crea durante la tirada. En muchas ocasiones, los espíritus mismos se manifiestan a través de la caída de los dados, respondiendo con precisión a preguntas concretas, ya sea con un “sí”, un “no” o un “quizás”, según la combinación obtenida. Es un sistema tan libre como profundo, porque permite un diálogo espontáneo con el mundo invisible sin necesidad de una estructura rígida.
En definitiva, la adivinación es un arte que requiere tanto intuición como disciplina. No basta con sentir o intuir; es necesario estudiar, comprender los símbolos y practicar hasta alcanzar una lectura fluida y certera. Pero al mismo tiempo, tampoco sirve de nada memorizar significados sin permitir que la intuición participe. El verdadero poder del oráculo nace del equilibrio entre conocimiento y percepción, entre método y sensibilidad. La maestría no llega de un día para otro: se cultiva con tiempo, constancia y una relación viva con el misterio.
La adivinación no es una simple técnica para “saber el futuro”. Es una forma de relación con lo invisible, un lenguaje simbólico entre el mago y los mundos que lo rodean. Cuando aprendemos a escuchar susurros más que a imponer preguntas, los oráculos dejan de ser herramientas y se transforman en aliados. Cada tirada, cada espejo, cada dado se convierte entonces en una puerta abierta hacia lo sagrado, y en un recordatorio de que el universo, cuando se lo interpela con respeto, siempre responde.
Gracias por leer.
Daemon Barzai
